
Martes, 26 de mayo de 2015
A los ojos de Dios, no hay tiempo, espacio o movimiento. Todo existe como uno.
En el nivel de este mundo físico, percibimos la ilusión de la separación —entre el pasado y el presente, entre el presente y el futuro, entre nosotros y los demás, entre la vida y la muerte— para que podamos aprender nuestras lecciones, realizar nuestras correcciones y pasar por el proceso de ganarnos las cosas, el cual pedimos en el momento de la Creación.
La idea clave a entender a partir de estas dos percepciones es que, aunque la mayoría de nosotros tengamos “problemas de separación”, la verdadera realidad es que a nivel de alma no existe la separación, ni siquiera en la muerte.
Todos somos uno. Siempre lo hemos sido. Siempre lo seremos.
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