“Un
buscador espiritual con una fuerte tendencia a dejarse manipular por factores
externos fue a visitar a un maestro para plantearle el siguiente problema:
-
Maestro, no soy capaz de encontrar la paz interior. -¿Cuál es el motivo?-
interrogó el maestro. -Lo ignoro. Por eso estoy aquí, buscando tu sabiduría y
consejo. El maestro quedo pensativo unos instantes y dijo: -Vas a ir ahora
mismo al cementerio.
Allí te sentarás en medio de las tumbas y pasarás la
mañana elevando toda suerte de elogios a los muertos.
El discípulo obedeció y,
una vez que hubo cumplido la tarea, regresó.
-¿Has hecho lo que te dije?-
preguntó el maestro.
-Así lo he hecho- respondió el estudiante.
-Bien; pues
ahora volverás al cementerio y pasarás la tarde vertiendo insultos e injurias a
los muertos.
El discípulo volvió a cumplir la orden del maestro.
Llegada la
noche, regresó de nuevo.
-Maestro, durante la mañana he ensalzado las virtudes
de los muertos con toda clase de elogios, pero por la tarde he ofendido
gravemente a esos mismos muertos con grandes insultos.
¿Puedes decirme ahora el
objetivo de tus mandatos?
-¿Qué te contestaron los muertos?- preguntó a su vez
el maestro-
-¿No se mostraron satisfechos y se vanagloriaron con tus
alabanzas?, ¿tal vez se volvieron indignados y coléricos con tus insultos?
-Pero maestro, eso no es posible. ¿Cómo van a reaccionar si están muertos?
-Pues eso es exactamente lo que has de esperar de ti mismo: la ausencia de
reacciones, tanto ante las ofensas como ante las alabanzas.
Si alguien te
insulta y enciende tu cólera, ¿no ves el poder que tiene sobre ti?
Si alguien
te alaba e inflama tu vanidad, ¿no ves el poder que tiene sobre ti?
Tu paz
interior la tienes ahora en manos de los demás o en poder de los
acontecimientos que te rodean.
Ve y rompe esas cadenas, recupera tu libertad y
entonces encontrarás la paz interior.”
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