Lección 56
(26)
Mis pensamientos de ataque atacan mi invulnerabilidad.
¿Cómo puedo
saber quién soy cuando creo estar sometido a continuos
ataques? El dolor, la enfermedad, la pérdida, la vejez y la
muerte parecen acecharme. Todas mis esperanzas, aspiraciones y planes
parecen estar a merced de un mundo que no puedo controlar. Sin
embargo, la seguridad perfecta y la plena realización
constituyen mi verdadera herencia. He tratado de despojarme de mi
herencia a cambio del mundo que veo. Pero Dios la ha salvaguardado
para mí. Mis pensamientos reales me enseñarán lo
que es mi herencia.
(27)
Por encima de todo quiero ver.
Al reconocer que lo que veo
es un reflejo de lo que creo ser, me doy cuenta de que mi mayor
necesidad es la visión. El mundo que veo da testimonio de cuán
temerosa es la naturaleza de la imagen que he forjado de mí
mismo. Si he de recordar quién soy, es esencial que abandone
esta imagen de mí mismo. A medida que dicha imagen sea
reemplazada por la verdad, se me concederá la visión. Y
con esta visión contemplaré al mundo y a mí
mismo con caridad y con amor.
(28)
Por encima de todo quiero ver de otra manera.
El mundo que veo mantiene en
vigor la temerosa imagen que he forjado de mí mismo y
garantiza su continuidad. Mientras siga viendo el mundo tal como lo
veo ahora, la verdad no podrá alborear en mi conciencia.
Dejaré que la puerta que se encuentra detrás de este
mundo se abra, para así poder mirar más allá de
él al mundo que refleja el Amor de Dios.
(29)
Dios está en todo lo que veo.
Tras cada imagen que he
forjado, la verdad permanece inmutable. Tras cada velo que he corrido
sobre la faz del amor, su luz sigue brillando sin menoscabo. Más
allá de todos mis descabellados deseos se encuentra mi
voluntad, unida a la Voluntad de mi Padre. Dios sigue estando en
todas partes y en todas las cosas eternamente. Y nosotros, que somos
parte de Él, habremos de ver más allá de las
apariencias, y reconocer la verdad que yace tras todas ellas.
(30)
Dios está en todo lo que veo porque Dios está en mi
mente.
En mi propia mente, aunque
oculto por mis desquiciados pensamientos de separación y
ataque, yace el conocimiento de que todo es uno eternamente. Yo no he
perdido el conocimiento de Quién soy por el hecho de haberlo
olvidado. Ha sido salvaguardado para mí en la Mente de Dios,
Quien no ha abandonado Sus Pensamientos. Y yo, que me cuento entre
ellos, soy uno con ellos y uno con Él.

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