Martes, 21 de abril de 2015
Los cambios que hacemos no tienen que ser grandes o complicados. A veces es tan simple como quedarnos callados. Digamos que, por ejemplo, somos el tipo de persona que siempre tiene la respuesta “correcta” para nuestra familia y amigos. La próxima vez que tengamos algún consejo que dar, tratemos de cerrar los labios y no decir nada. Sí, puede que sintamos que es una especie de sacrificio de nuestra parte mantener la boca cerrada, pero al hacer ese sacrificio vamos en contra de nuestra naturaleza “automática” y, por ende, creamos un espacio para que la Luz entre a la situación.
De hecho, los cambios más pequeños y simples que hacemos o los actos de bondad que realizamos, como hacer que alguien se sienta mejor porque nos preocupamos lo suficiente para llamarlos y hablar con ellos, pueden expandirse y tener un efecto duradero en el mundo.
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