Lección 129
Más allá de este mundo hay un mundo que deseo.
Este pensamiento es el que naturalmente sigue al que practicamos
ayer. No puedes detenerte en la idea de que el mundo no tiene valor,
pues a menos que veas que hay algo más por lo que sentirte esperanzado,
no podrás evitar caer en la depresión. No estamos haciendo hincapié en
que renuncies al mundo, sino en que lo intercambios por algo mucho más
satisfactorio, algo rebosante de alegría y capaz de ofrecerte paz.
¿Crees acaso que este mundo puede ofrecerte eso?
Quizá valga la pena dedicar un rato a reflexionar una vez más sobre
el valor de este mundo. Tal vez estés dispuesto a conceder que nada se
pierde con renunciar a cualquier pensamiento que le adjudique algún
valor. El mundo que ves es ciertamente despiadado, inestable y cruel,
indiferente en lo que a ti respecta, presto a la venganza y lleno de
odio inclemente. Da únicamente para más tarde quitar, y te despoja de
todo aquello que por un tiempo creíste amar. En él no se puede encontrar
amor duradero, porque en él no hay amor. Dicho mundo es el mundo del
tiempo, donde a todo le llega su fin.
¿Cómo podría ser una pérdida, entonces, encontrar un mundo en el que
es imposible perder, en el que el amor perdura eternamente y en el que
el odio no existe y la venganza no tiene sentido? ¿Cómo podría ser una
pérdida hallar todas las cosas que realmente anhelas, y saber que no
tienen fin y que perdurarán a través del tiempo exactamente tal como las
deseas? Incluso esas cosas se intercambiarán finalmente por aquello de
lo que no podemos hablar, pues desde allí te trasladarás a donde las
palabras son completamente inútiles, a un silencio en el que el
lenguaje, si bien no es hablado, se entiende perfectamente.
La comunicación, inequívoca y clara como la luz del día, permanece
ilimitada por toda la eternidad. Y Dios Mismo le habla a Su Hijo, así
como Su Hijo le habla a Él. El lenguaje en el que se comunican no tiene
palabras, pues lo que se dicen no puede ser simbolizado. Su conocimiento
es directo, perfectamente compartido y perfectamente uno. Qué lejos te
encuentras de esto tú que sigues encadenado a este mundo. Y sin
embargo, ¡qué cerca te encontrarás cuando lo intercambios por el mundo
que si deseas!
Ahora el último paso es seguro; ahora te encuentras sólo a un
instante de la intemporalidad. Desde aquí sólo puedes mirar hacia
adelante, pues nunca más querrás mirar hacia atrás para ver el mundo que
ya no deseas. He aquí el mundo que viene a ocupar su lugar, a medida
que liberas a tu mente de las nimiedades que el mundo te ofrece para
mantenerte prisionero. No les atribuyas ningún valor, y desaparecerán.
Valóralas, y te parecerán reales.
Esas son tus opciones. ¿Qué puedes perder si eliges no valorar lo que
no es nada? Este mundo no te ofrece nada que realmente desees, mas el
que eliges en su lugar ¡ése ciertamente lo deseas! Deja que se te
conceda hoy. Ese mundo espera tan sólo a que lo elijas para ocupar el
lugar de todas las cosas que buscas, pero que no deseas.
Practica estar dispuesto a efectuar este cambio diez minutos por la
mañana, diez por la noche y una vez más entremedias. Comienza con lo
siguiente:
Más allá de este mundo hay un mundo que deseo.
Elijo ver ese mundo en lugar de éste, pues no hay nada aquí que realmente desee.
Cierra entonces los ojos al mundo que ves, y en la silenciosa
obscuridad contempla cómo unas luces que no son de este mundo se van
encendiendo una por una, hasta que deja de ser relevante donde comienza
una y donde termina la otra al fundirse todas en una sola.
Hoy las luces del Cielo se inclinan ante ti, para derramar su luz
sobre tus párpados mientras descansas más allá del mundo de las
tinieblas. He aquí una luz que los ojos no pueden contemplar. Y sin
embargo, la mente puede verla claramente, y entender. Hoy se te concede
un día de gracia, y nos sentimos agradecidos por ello. Hoy nos damos
cuenta de que lo que temías perder era sólo la pérdida.
Ahora comprendemos que es imposible perder. Pues por fin hemos visto
su opuesto, y damos gracias de que la elección ya se haya llevado a
cabo. Recuerda cada hora la decisión que has tomado, y dedica un momento
a confirmar tu elección dejando a un lado cualquier pensamiento que
tengas en ese momento y poniendo toda tu atención brevemente en lo
siguiente:
El mundo que veo no me ofrece nada que yo desee.
Más allá de este mundo hay un mundo que deseo.
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